miércoles, 11 de septiembre de 2013

Cuentos para dormir personalizados: tiempo de disfrutar


Este verano los mellizos se han aficionado a pedir cuentos personalizados. Mezclando personajes de dibujos, películas, cuentos escritos, sus propias vivencias, los dibujos del papel de la pared, deseos y mucha imaginación, nos piden que inventemos cada noche. Casi casi lo explican ellos por completo. Es un momento increíble que nos hace sonreír cada noche.

La verdad es que es triste pensar que cada vez hay menos gente que tiene tiempo para contar cuentos antes de dormir. O eso dice una encuesta que se ha hecho recientemente en Gran Bretaña. Ya me parecía triste que cada vez hubiera cuentos más cortos (es casi una atrocidad pensar que hay recopilaciones de "cuentos en un minuto", aunque menos es nada). Y es que para mí es un momento muy especial. Como madre, viendo cómo los disfrutan, saboreando el momento que tenemos para estar juntos en estos momentos en que hay tantas prisas, tan poca conciliación y nos cuesta tanto encontrar un momento sosegado para estar con nuestros hijos (superando los momentos puramente asistenciales baño - pipí - caca - comida). 

Pero es también un momento bonito porque recuerdo mi propia infancia. Me encantaba cuando mi padre inventaba cuentos de "barrufets" que hacían cosas extraordinarias en sus bosques, cosas que curiosamente eran las mismas que habíamos hecho nosotros por la tarde o anteayer pero con algo de salsa, alguna bruja de nariz muy larga y con berrugas y alguna princesa que salvaba sapos. Recuerdo perfectamente las noches que junto al fuego Carlos, un amigo de la familia, inventaba historias y nos hacía creer que él se levantaba cada mañana para pintar con una escalera larguísima el tiempo que haría. Y por más que lo explicara yo no entendía porqué a veces pintaba días tan grises y feos pudiendo hacerlos azules. Recuerdo con mucha ternura los cuentos leídos en francés por mi madre y mi abuela. Y como los álbumes de fotos de la familia que tan primorosamente hacía y cuidaba mi abuela se convertían en historias fantásticas para mirar una y otra vez. 

Estoy convencida que debo a esos momento mi gusto por la lectura, el placer de hojear cualquier cosa con letras, mi amor por la palabras y la escritura, el uso de la imaginación en cualquier circunstancia. No hay nada como tener gemelos de tres años para irse a dormir entretenidos y de buen humor. Y desde luego, si está en mi mano, quiero dejarles el legado de disfrutar de sus padres, de dejar volar la imaginación, del amor por las palabras y de los cuentos. ¡Buenas noches! 

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