jueves, 29 de mayo de 2014

20 cosas que echarás de menos de Ibiza

Una nace ibicenca y muere ibicenca por mucho que lleve casi tantos años en la ciudad como en la isla blanca. Por eso sigo leyendo noticias locales de Ibiza, me indigno con políticos a los que ya no puedo votar y recurrentemente tengo morriña de calas y cielos azules. Claro, echo de menos a familia y amigos y momentos no vividos con ellos, pero no es del tema del que quiero escribir el post. 

Foto de Flirck con CC
Después de leer 20 cosas que los ibicencos saben  y Otras 20 cosas que los ibicencos saben, con los que coincido casi al 100% y que me han hecho reír un rato, he pensado que hay muchas listas que una isleña exiliada en la city puede hacer de su isla.  

20 cosas que echo de menos de la isla: 


1. El ritmo. No el de baile o discoteca, si no el de la vida, el de las conversaciones y los encuentros. Todo es más lento, para desesperación de algunos urbanitas de visita. Pero como todo lo es no pasa nada, el mundo no se acaba, y si hoy no acabas no sé qué lo harás mañana. A menos que haya una urgencia DE VERDAD, yo no he visto a nadie correr por defecto por la calle y trabajar horas extras por picos de trabajo permanentes. Así que la gente tiene tiempo.
2. Las despedidas "ibicencas". Antes de irte definitivamente de la fiesta o el encuentro con amigos dirás por lo menos 10 veces "pues nosotros nos vamos", darás 10 tandas de besos y abrazos y iniciarás una decena de pequeñas conversaciones de despedida que se pueden alargar hasta una hora más.
3. Tomar un café a la salida del trabajo con amigos en un chiringuito (si no es de los concurridos por guiris y caro por definición, mejor).
4. Ver una puesta de sol en el mar sobre una roca rodeado de pinos.
5. Bañarme como me trajeron al mundo en una cala sin público en una noche de luna llena. Y quién sabe, disfrutar de un picnic en la arena con amigos... O a dúo.
6. Que en cualquier momento puedes desviarte a un bosque o una Pineda y encontrar intimidad. Para lo que sea.
Imagen de holidaycheck
7. Los mercadillos hippies con hippies, aún, de verdad. Y rebuscar, mirar, encontrar un tesoro: me encanta!
8. Coincidir por la calle o en el bar o restaurante con un Drag Queen maqueado, una pareja de gays acaramelados, un grupo de guiris quemados, otro de pihippies, un par de payeses ibicencos, una gogo en paños menores, una familia tradicional... Todos revueltos. Tranquilos y felices, cada uno a su rollo en plan "vive y deja vivir", sin miradas raras ni comentarios, vamos, que no pasa nada. Todo normal.
9. Entrar a la discoteca como te guste más ir vestido. Nada de andar pensando "si voy a tal disco no puedo llevar chanclas, en tal otra nada de bambas, en la de allá tengo que ir pija"... Cada cual que vaya a divertirse como quiera.
10. Las flower power de Pachá. 
11. La fiesta del agua, la de día para ibicencos y con paella, de Es Paradis.
12. Una excursión a la torre de Es Vedrà. 
13. Saltar de las rocas de S'Estanyol y esconderme a leer en una cueva mientras aprieta el sol.
14. Sentarme a tomar un helado en Los Valencianos de Ibiza y ver pasar a la gente. Y si es de noche, ver las ruas de las discotecas.
15. Comer un bocadillo de jamón Serrano y queso fundido en Can Costa en Santa Gertrudis.
16. Ver las estrellas. Muchas. En cualquier parte.
17. El azul del cielo. Esa luz blanca espectacular que tiene la isla y que hace que salgas guapo en todas las fotos.
18. Ir por caminos de tierra y piedras y carreteras pequeñas viendo almendros en flor en febrero por el Pla de Corona y hacer cientos de fotos (mentales o reales) de las casas payesas encaladas, la tierra roja, los almendros blanqueados de pétalos y los bosques de pino al fondo.
19. El olor de los pinos y la mar salada por todas partes.
20. La ropa. La que encuentras, la que llevas, la libertad con que la llevas. 

Y sé me ocurren unas cuantas más, además de otras listas de cosas que no me gustan, lugares a los que ir o que evitar o contrastes de la isla con la ciudad. Pero eso, será otro día.

domingo, 25 de mayo de 2014

Cosas divertidas, gratuitas y guarras!

Hay pequeños placeres que nadie debería perderse para ser feliz en esta vida. Y mucho menos un niño (o dos). Placeres mundanos, sencillos, casi gratuitos, pero que reportan un gran bienestar y la sensación de haber disfrutado de la vida (aunque sea inconscientemente). Y, cómo va ninguna madre que se precie negar esos momentos mágicos aunque ensucien o sean poco correctos (para según quién). Esta semana los mellizos han estado sembrados. Y yo he disfrutado de lo lindo dejándolos hacer, mirándolos, e incluso guiándolos y colaborando (no, no todo se les ocurre a ellos solos). 

Después de "saltar en los charcos (con las botas puestas)", de la construcción de una casa de cartón (que aún dura mal que le pese al buenpadre el trasto medio descuajeringago en pleno centro del pasillo), y de la creación de serpientes de calcetines viejos, llegan las dos nuevas actividades primaverales:

1. Pintar la acera con tizas hasta que el cemento gris parezca un jardín de flores con camino de baldosas multicolor y algún sol rondando. Llegan a casa para meterlos directo en el programa con prelavado de la lavadora porque en su ímpetu creador se tiran al suelo y hasta sé revuelcan en los dibujos de tiza. Pero, y lo que se entretienen?! Y lo tranquilamente que podemos hablar las malasmadres mientras tanto?

Además, para los criticones del espacio público diré: que la tiza se va con una barrida o un manguerazo, hasta con las pisadas de la gente. Y que es más bonito así. Y en cualquier caso es mejor que algunos mamarrachos en las paredes que no llegan a graffitis (con todo el respeto a este ARTE en mayúsculas). 

2. Pintar y escribir el nombre que recién hemos aprendido a hacer en un cristal empañado tras una buena ducha. Sí, vale, luego el cristal queda lleno de marcas y hay que limpiarlos. Bendito "flish-flish". 

Y en breve llegará rebozarse de arena en la playa, construir castillos con foso y puente incluido, recoger caracolas, jugar a tirar globos o cubos o manguerazos de agua o pintar con helado la barriga de alguien para hacer la gracia. Porqué será que las cosas divertidas en general ensucian y despeinan?
En fin... Ojalá la vida os despeine y os ensucie mucho. 

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jueves, 22 de mayo de 2014

La vida cuando ya no está

La vida es tremenda. Corta. Casi siempre demasiado corta. Para quién la vive y para quién la disfruta con ese quién. De pronto te enteras que alguien conocido está muriendo. Un cáncer devastador. Y no importa que haga años que no sabes nada de esa persona, que no hubiera relación ni pensaras en ella. No importa, porque de pronto te das cuenta que no podrás volver a pensar en esa persona como alguien vivo y con proyectos. Porque ahora todo quedara difuminado por la pátina que se le pone al recuerdo cuando alguien muere. 

Nos afecta, por lo menos en este lugar del mundo, la muerte. Nos da dos hostias de realidad bien dada. De pronto nada es tan urgente ni tan importante. El tiempo, las obligaciones se vuelven relativas. Te acuerdas de los últimos decesos que te conmocionaron. Porque no lo esperabas, nunca lo esperas. Aunque tuviera casi cien años y hubiera tenido una vida plena. Y si encima es joven y tiene algo cercano a tu edad... El mundo parece otro. Es como si el ritmo de los demás, del mundo, no correspondiera con la realidad. La real. No la fabricada. Es tremenda la vida, cuando ya no está. 

PD: Un abrazo, Mireia. Estés donde estés. 
PD2: Mucha fuerza en la lucha Julia y familia. 
PD3: Os recuerdo aunque la estancia fuera breve Carlos, Vicente, Quim. Ni que decir tiene que echo de menos a mis abuelos, Catalina, Edmond. Y otros tantos que en algún momento dejaron esa sensación de vacío.


La vida..
Imagen de Flirck con CC

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