miércoles, 20 de abril de 2011

Vacaciones de Semana Santa: a solas con los gemelos en casa

El inicio del tercer día de vacaciones de Semana Santa ha sido accidentado y demasiado precipitado: Andrés ha venido a despertarme de mi incómoda postura en el sofá junto a un Pol medio dormido y medio vigilante diciendo que ya era tarde. Corre que te pillo y sin tiempo de sacudir el mal humor, he recordado una noche medio en vela, primero con Izan entre sus padres con los ojos como platos y queriendo jugar en el colchón de matrimonio de madrugada. Luego, Pol que también se despierta, llorando, con hambre. Desvelado porque he calentado los biberones para los dos a la vez con él en brazos -y por los llantos incontrolados de su hermano-, ya no ha vuelto a dormirse y el único modo en que se ha mantenido tranquilo ha sido acurrucado junto a mí en el incómodo sofá cama. Iba a ser algo provisional pero nos ha pillado el inicio de la jornada con una manta fina líada en los pies y el frío amenazándonos.

Izan en su siesta de media mañana
Desde el lunes no paro de recordar la frase de la directora de la guardería el viernes: "Buenas vacaciones, que lo paséis bien y descanséis mucho". Yo estuve a punto de contestarle que pasarlo bien, seguro, pero descansar, lo que se dice descansar, estando la guardería cerrada, se me antojaba misión imposible. Empecé a mentalizarme... Una semana a solas con los niños, una semana, una semana... Bueno, con Andrés a partir del jueves y los abuelos un ratito por la tarde, pero... Una semana, una semana... Como suele suceder, los días se suceden sin tiempo para nada y más o menos iguales aunque diferentes. Normalmente, uno de cal y uno de arena. El lunes, pues, fue una mañana para olvidar de lloros, habre, peleas, una madre hecha un manojo de nervios y al final con un tono de voz algo elevado y gestos un poco demasiado bruscos. ¡Y un gran sentimiento de tristeza y de estar haciendo el papel de madre de un modo desastroso! En fin, hay días así. El martes, mucho más organizado, me levanté pronto, desayuné antes que ellos para tener fuerzas, y todo fue mucho más rodado y sin grandes crisis. Y el tercer día, hoy... Vuelta a la carga: 

9:10 - Acabo de vestirlos y cambiarlos e intento dejarlos en el salón de juegos, pero hoy volvemos a la rutina del lunes... Nada que hacer, no puedo desaparecer sin que chillen, me cogen de las piernas y se arrastran conmigo si intento andar, se pelean por cualquier juguete que tenga el otro, intentan hacerse caricias que acaban en tirones de pelo y orejas... Está bien, empecemos la ruta de comprobación... ¿Será hambre?

viernes, 15 de abril de 2011

lunes, 4 de abril de 2011

Aprovechad el tiempo: once meses aprediendo

"Aprovechad ahora, que el tiempo vuela", nos decían por la calle cuando salíamos a pasear con los mellizos recién nacidos. Y ahora que están a punto de cumplir los once meses, ¡que se acercan al año!, me encuentro haciendo balance de lo mucho que han crecido y aprendido en este tiempo que parece haberse colado por un agujero negro: visto y no visto. Los días pasan todos iguales, llenos de rutinas necesarias para la tranquilidad de los niños y la organización familiar: despertarse, vestirse, desayunar, guardería, comida, siesta, guardería, paseo, compras, juegos, baño, cena...




viernes, 1 de abril de 2011

Los días que se levantan simpáticos...



... y bien dormidos, la jornada empieza con mejor pie. ¡Qué diferencia a los madrugones después de una mala noche sin dormir del tirón en que tanto ellos como nosotros estamos mustios y cansados! Esas mañanas en que hay que correr para llegar a la guardería y después al trabajo, en que los desayunos se eternizan con unos cereales que no quieren... Bueno, pues entonces algo de jamón con pan... Tampoco demasiado... Está bien, algo de yogur para que no se vayan con el estómago vacío a jugar toda la mañana... A ver, el carrito está plegado y en el maletero del coche, la bolsa con ropa y pañales de recambio (que nunca usamos pero cargamos igualmente), preparada, la neverita con agua, potito de fruta, alguna galleta y baberos para emergencias, preparados... Los zapatos, puestos, aunque Pol juegue con el velcro para quitárselos... Las chaquetas, listas. Los chupetes, colgados... ¡Venga, un niño con cada padre y a bajar bártulos y bebés al coche camino de la guardería!

No, los días que han descansado bien se levantan habladores, se sonríen cuando se ven por primera vez de cuna a una y hablan en su lenguaje de "ta-ta-ta-ta". Se dejan vestir sin girarse (demasiado) y juegan tranquilos y juntos cuando han acabado con el desayuno sin rechistar. ¡Qué bonitos son entonces!

Ah, pero no me malinterpretéis, los días de sueño y corredizas son un encanto igual, sólo que seguramente los padres cansados y algo estresados no somos capaces de apreciarlo hasta un poquito más tarde, cuando ya están jugando en la guardería y nosotros suspiramos para enfrentar un nuevo día.

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