viernes, 11 de febrero de 2011

Nueve meses de rutina agotadora... y feliz

 Nueve meses, el tiempo pasa a una velocidad que da miedo y parece que con hijos este efecto se potencia. Y eso que a veces tenemos la sensación de no hacer "nada" en todo el día.

Nada a parte de levantarlos, vestirlos, darles el desayuno, llevarlos a la guardería y mientras tanto trabajar unos y estudiar las otras. Irlos a buscar a medio día con la ayuda de los abuelos de Badalona y darles de comer la verdura, hacerles dormir la siesta, comer nosotros, volverlos a despertar para ir a la guardería, trabajar los unos y hacer prácticas del carnet de conducir las otras...


De nuevo ir a la guardería a recogerlos, y esta vez volver con el carrito doble andando hasta casa en un paseo de entre una hora o un par, según las compras de suministros que haya que hacer para la casa y lo desesperados que estén los mellizos. Al llegar a casa, sobre las seis y media de la tarde, toca darles una segunda merienda porque la de la guardería la tienen en los pies. A esa hora empieza la crisis diaria, ya están cansados, todavía no quieren dormir y hay que esperar a que Andrés regrese de trabajar para bañarlos. Sobre las siete y media asoma la cabeza por la puerta del salón haciendo "cu-cú" y los dos llorones de turno cambian los lamentos por una sonrisa de aquí a Panamá.

Recuperados de la sorpresa de la llegada de su papi, vuelven a penosear y es entonces cuando entonamos a unísono la cantinela "petit bain, petit massage, manger et faire dôdo... TOUTE LA NUIT!". Esperando que la bañera se llene, juegan desnudos encima de la cama. A que les comamos, a comerse el uno al otro, a esconderse bajo una mantita y descubrirse...

En el agua se olvidan un poco del cansancio y las penas y de pronto están de los más dicharacheros durante veinte minutitos. Hasta que toca secarles, ponerles crema hidratante, el pañal y el pijama, momento en que vuelven los berridos y van subiendo en intensidad. Lo único que les calma es el momento de ponerse en las tronas en la cocina para cenar o el ruido de la batidora si hacemos papilla de cereales. Saben que se acerca el momento de comer, y ¡de dormir!

Y reventados, el padre se va a la cama a ver si consigue tener unas horas de sueño antes de la siguiente toma o de que unos de los dos gemelos se despierte a voz en grito, mientras mamá se relaja delante de la tele echando pestes porque a pesar de todos los canales que hay con la TDT todo es la misma porquería y "no hay nada". Así que mejor será ir también a la cama y leer un poco. Aunque, dos párrafos después el sopor puede con ella y nunca es capaz de acabar un capítulo entero por interesante que sea la historia. ¡Hasta mañana!


NOTA:
El álbum de fotos completo  en este vínculo: ¡Disfrutadlo!

viernes, 4 de febrero de 2011

¡Hay que ver cómo juegan sin parar!

Jugando aprenden a una rapidez asombrosa. Todavía recuerdo como se pasaban el día comiendo y durmiendo y resulta que ahora me sorprenden cada día con algún nuevo movimiento que no se sabe de dónde ha surgido. Izan empezó sentándose solo hace dos semanas y ahora ya ha dejado atrás su modo de arrastre como un soldado herido del brazo izquierdo para gatear a toda pastilla hacia donde le interesa. Y eso suele ser algún punto al que sujetarse para levantarse y volverse a caer de culo, ¡menos mal del pañal!

Pol, por su parte, sigue arrastrándose con una eficacia y rapidez asombrosas, ¿para qué gatear si puede salir disparado detrás de las zapatillas de la casa o hacia los enchufes a toda velocidad? Una vez llegados al punto de interés, a menudo la falsa chimenea reconvertida en biblioteca, se levanta, sienta, retuerce y mueve en todos los sentidos posibles hasta hacer una pila en el suelo con los libros y empezar a mirarlos uno a uno. Al contrario que el nervio vivo de su hermano, se detiene mucho más en los detalles y pasa ratos larguísimos entretenido pasando una hoja, intentando coger algún objeto o descubriendo cómo hacer para poner los chupetes dentro del agujero por el que salen disparadas las bolas a propulsión de un nuevo juego recibido.

El cambio de muebles del salón para dejarles a ellos un espacio tan grande como una habitación acondicionado como sala de juegos ha sido una gran idea. Aunque a pesar de todo el sitio de que disponen, los dos hermanos acaban siempre uno al lado del otro dándose la murga y "robándose" mútuamente lo que quiera que sea que tienen en las manos... Como se dice popularmente, "culo veo, culo quiero".





martes, 1 de febrero de 2011

A Izan le encanta ir a caballo

¿Será que Izan se parece a su tía Débora? Desde el principio le hizo gracia montarse en el caballo heredado de su prima Sara y su primo Víctor. Sobretodo con la músiquita de fondo. A Pol le dio algo más de respeto, incluso miedo. Lo desconocido no le hace demasiada gracia, no como a Izan que se lanza a todo lo que sea una nueva aventura, me recuerda un poco a su tía Raquel que siempre iba corriendo a tirarse por el balcón si era lo que hacía falta. Aunque ahora, todo sea dicho, en cuanto ven y oyen al animal ponerse en marcha se ponen los dos en posición de firmes y se lanzan arrastrándose o gateando hacia el caballo a ver quién sube primero. Y sea quién sea, de fondo siempre se oyen las risas del hermano que acompañan a las carcajadas del jinete.

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