domingo, 2 de enero de 2011

Los días críticos

En general los gemelos se portan bastante bien, y aunque es cansado porque se turnan en sus demandas (parece que lo tuvieran pactado de antemano) y aquel consejo de las matronas de "duerme cuando el niño duerma" no hay modo de ponerla en práctica porque siempre hay uno despierto, con hambre o cagado, los días pasan entretenidos y agotadores pero felices. Y de pronto llega un día crítico, CRISIS total a la vista... En esos días quieres tirar algún niño por el balcón, o tirarte tú, o hablas con ellos como si pudieran entender algo de lo que intentas razonarles o lloras al mismo tiempo que ellos o combinas los casos anteriores en una sucesión totalmente esquizofrénica de desesperación.

Los malos días suelen empezar con una mala noche. Uno de los mellizos, o quizá los dos, han dormido poco, nada o a trompicones. Y tú, claro, menos. Entre los llantos, las corredizas por el pasillo para intentar que el protestón de turno no despierte al otro, los arrumacos y mecimientos y los intentos de saber si el niño tiene sueño-hambre-frío-calor-aburrimiento-dolor-mocos-pañal sucio o vete a saber qué... acabas agotado y durmiendo, como mucho, media hora entre crisis y crisis. Pero eso es el principio... Quieres creer que después de una noche semejante los niños estarán cansados y dormirán largas siestas en las que te recuperarás mientras se acumulan kilos de ropa sucia y platos en la cocina, pero nada más lejos de la realidad. Cansados están, y muy, muy penosos. Así que empieza el día crítico y los niños, de pronto, deciden tener hambre, sed, ganas de brazos, sueño y necesidad de un cambio de pañal a la vez.

 Suspiras. Respiras hondo, cuentas hasta diez, vas cantando canciones suavemente a ver si se tranquilizan mientras intentas no entrar en modo ogro. Pero lloran, mucho, muy fuerte. Y mientras cambias a uno o intentas dormirlo rezas para que su hermano se calle y te deje tranquilizar a uno para poder a continuación seguir con el otro. Pero no, los dos quieren dormir a la vez y lloran y lloran y se despiertan uno a otro. Como los suspiros y canciones no funcionan, intentas cogerlos a los dos en brazos, pero eso sirve cuando no se retuercen como lagartijas en cautividad, y hoy es el caso. Así que ni en brazos ni en el cojín de lactancia ni canciones ni nada. Y por supuesto no puedes dormirlos porque se despiertan el uno al otro con los llantos. Resultado, lloras también. Y se quedan alucinados, de pronto te miran callados porque no entienden qué está pasando y cuando crees que se han calmado y te calmas tú para seguir con lo que sea que haga falta hacer... ¡Vuelen a reclamar porque ya eres de nuevo la madre tranquila que conocen!

Piensas en llamar a alguien, salir a pasear con los dos, bailar con los dos... Pero están tan histéricos que es imposible. La solución, al final, es o darles el biberón a los dos a la vez y que se duerman. O que no paren de llorar hagas lo que hagas y se duerman del colapso. Y cuando por fin se han callado... te derrumbas en el sofá esperando descansar un poco hasta el próximo ataque. Porque en los malos días, dormir es sólo un respiro en un día de tormenta. Mañana será otro día.

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