miércoles, 13 de junio de 2018

El drama del caracol gigante que murió en el coche o los dramas infantiles


mis hijos les chiflan los caracoles. Cogerlos, pasearlos encima de una ramita, darles lechuga, ponerles nombre como "Cara" y hacerles una casa en un tupper con hojas verdes. 



La pasión por estas "mascotas" a veces nos ha llevado al drama: véase el caracol "gigante" que Pol adoptó el año pasado en Suiza y que llevó durante dos días allá donde fuéramos. La primera noche logramos convencerle de que no dormirá con él sobre su almohada por si lo chafaba, pero pasamos media mañana al día siguiente buscando al animal que había escapado de su confortable tupper-hogar. 




El segundo día nos babeó un viejo álbum de fotos. 


Al tercero, se empeñó en llevarle todo el día de excursión. Íbamos a visitar Gruyere y le dijimos que lo dejase en en prado verde junto al parking del coche para que fuera feliz porque no podíamos entrarlo en el castillo ni pagarle entrada ("¿pero por qué no si es de la familia?", preguntó el niño). Lo del prado no le convenció porque "se iba a escapar". De regreso a casa encontramos al caracol cocido en su baba en el maletero del coche. 


- Corre, tira el cadaver en la hierba que no lo vea a ver si con el tiempo se despista y se olvida... 


Y el niño apareció corriendo y tiramos el caracol a toda velocidad entre las hierbas...  Con tan mala pata que lo vio, al día siguiente. 


Funeral y todo tuvimos que hacer. No os digo más. 


¿En vuestra familia también tenéis dramas de esta magnitud? 


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