Mi hijo baila. Sí, es
un niño. Y sí, baila. Y yo voy a
verle a los espectáculos que hacen y me derrito. Debe ser la tontuna del amor
de madre, pero ver todo un grupo de niños y niñas de cuatro y cinco años bailar
dos coreografías enteras con ese salero y esa gracia, a mí me funde y se me
queda cara de bobalicona mientras hago fotos a diestro y a siniestro y otros
tantos vídeos, vaya a ser que de mayores se nos olvide la gracia que tenía el
niño exhibiendo sus dotes artísticas.
Espectáculo de danza fin de curso, "Minidancer" - Derechos reservados (c) |
La verdad es que dudé
mucho el año pasado antes de proponerles a los mellizos las extraescolares que
podrían hacer este año. En nuestra escuela no son partidarios de saturar a
los niños con extraescolares y me encanta esa filosofía. No parece muy sano que
los niños encadenen extraescolar tras extraescolar porque los padres tenemos
horarios laborales imposibles de conciliar con la vida. Igual que no me parece
que los niños necesiten aprender muchos más conceptos, idiomas, matemáticas o
estudiar después de pasarse 8 horas en el colegio haciéndolo. No quiero que mis
hijos cojan tirria al estudio, quiero que disfruten aprendiendo. Y quiero que
tengan tiempo de jugar, de relacionarse, de aprender de otro modo y hasta de
aburrirse. Que aburrirse es muy sano, da para lugar para pensar. Total, que me
gusta la filosofía de no hacer extraescolares para niños de P3 que sólo tienen
3 y 4 años. Y la de tener opciones reducidas para los de P4 y P5 con cuatro,
cinco y seis recién cumplidos. Pero claro (siempre hay un pero), resulta que
luego las opciones a elegir en esas edades son pocas.