martes, 12 de marzo de 2013

Dietas en la maternidad: de ideales, misiones imposibles y educación alimentaria

Foto de: CPGXK via photopin cc

Hacer dieta cuando se es madre, ¿es realmente imposible? Porque lo cierto es que si con el emparejamiento se cogen quilos de más en las cenas románticas, en la fase "basurilla" de comerse los restos de cenas, meriendas y desayunos de lo que dejan tus vástagos "por no tirarlo" la situación puede ser dramática. 


Lo sé, este no es un artículo sobre mis gemelos, pero llevo tiempo dándole vueltas a las implicaciones de la maternidad para las mujeres de hoy día en el lado occidental del mundo, y aunque la de engordar o desesperar en la lucha contra los quilos de más sea una más bien trivial, lo cierto es que  existe y causa no pocos quebraderos de cabeza. Ya sabéis, la presión social, el culto al cuerpo, el mito de la eterna juventud, el estereotipo de belleza que nos pide ser a los cuarenta como a los veinte hayamos parido a dos o a cuatro hijos, bla, bla, bla. La cuestión es que las madres también son mujeres que quieren sentirse deseables, esposas que quieren sentirse sexys y eso va íntimamente relacionado con su peso y su talla de pantalón.

Del noviazgo a "la búsqueda" del niño

La cosa empieza con el embarazo... Bueno, antes, en realidad. Para aquella parte de las féminas con tendencia a engordar y a ser "mujer mujer", con curvas, vaya, la vida en pareja formal es todo un reto. Una suele conocer a su príncipe estando de lo más maciza (o lo más que ha llegado a estar) y con las citas gastronómicas la cosa empieza a complicarse. Pero una va trampeando entre compensanciones calóricas, gimnasio y, sí, el sexo salvaje de todos los principios. Luego llega la estabilidad y la confianza y todo se relaja, incluida la barriga y el culo, el de él y el de ella. Lo que pasa es que ellos dejan de zampar bollos dos días y pierden tres quilos mientras a nosotras nos cuesta dos meses perder uno y medio. Pongamos que la cosa sigue el patrón clásico: noviazgo, hipoteca, boda y luna de miel. Para la boda se hace un sobresfuerzo para estar estupenda y lucir tipo, la luna de miel se encarga de empezar a recuperar redondeces perdidas con esfuerzo, hambre y dinero.

Y llega el momento "vamos a buscarlo", el niño, se entiende. El embarazo es innegable que es una fuente de engorde natural. Las embarazadas están preciosas, con diez o con quince quilos de más. Incluso te haces fotos de la barriga mes a mes y en plan Claudia Shifer (nada que ver, pero una lo intenta). Pero el parto... Ay, el parto... Eso deja huella. Y no me refiero ahora mismo a dolores, recuerdos entrañables, epidurales (o no) o cesáreas. Ni a esas cositas tan preciosas que nos cambian la vida de arriba abajo. Me refiero a esa barriga de embarazada sin estarlo que se te queda y que en plena bajada hormonal es un trauma para la más pintada. Si encima coincide que pares al mismo tiempo que alguna famosa del papel cuché, tú sales como una idiota del hospital vistiendo pantalones premama mientras la de turno luce un tipo estupendo, como si no hubiera pasado nada. Pero claro, en plena efervescencia maternal no se puede hablar de estas cosas mundanas y te deprimes en silencio cada vez que te ves de refilón en alguno de esos espejos que vas evitando mirar por la casa.

Ni os explico si como yo habéis pasado por un embarazo gemelar después de un tratamiento de fecundación in vitro, con todas sus hormonas, sus dos niños, la barriga imposible que crece y crece hasta el infinito y los hermosos entre 15 y 25 quilos de más que se te quedan en tu irreconocible cuerpo que en realidad ya había empezado a hincharse con todo el proceso de la FIV.

La dieta de las madres

En fin, que los primeros meses de maternidad son misión imposible para las dietas a menos que tengas un entrenador personal, una dietista y una niñera. Que das el pecho y todo el mundo te dice que además de lo bueno que es para tus hijos y para el vínculo y para la salud te ayudara a quemar cartucheras. ¡Mentira! Y encima te da un hambre de hidratos que te mueres. Y encima no dejas de recibir visitas en casa que vienen a ver a los niños y no dejas de sacar pica-pica, galletas, cafés y otras delicatessen que no puedes evitar picotear. Intentas sacar algo de tiempo para hacer deporte pero no puedes más que echarte en el sofá los cinco minutos que te dejan libres los mellizos.

Foto de: Christi Nielsen via photopin cc
Finalmente, llega el momento que decides ponerte seria y recuperarte un poco a ti misma porque con tanto no dormir, engordar y andar zombi disfrutando de tus retoños ya no te reconoces. En algún momento irás de rebajas, ¡ay qué dolor! Las tallas han encogido, la luz del probador está en tu contra y todo, absolutamente todo, te queda mal. Ese es el momento en que empezarás la dieta, sola o con ayuda de un profesional. En mi caso tardé 9 meses en perder 27 quilos con una dieta hiperproteica con la ayuda de un médico y de bastante dinero en productos que substituían comida. Caro, duro, pero funcionó y me sentía estupenda. Me quedé igual de delgada o más que cuando empecé a salir con el padre de mis hijos, aunque las estrías y la barriga colgandera no tienen arreglo, pero para eso no hay dieta que valga más que la del quirófano.

Y todo fue maravilloso durante unos meses, hasta que me relajé y hasta que... ¡Mis mellizos empezaron a comer "normal"! Firmemente convencida que ya que no nos vemos más que un rato por la tarde es importante que la comida familiar sea la cena, y que padres e hijos hemos de compartir ese momento, ya me tenéis preparando cenas para todos. Pero claro, los niños están creciendo y necesitan hidratos de carbono por un tubo. Y además se pirran por la pasta, las pizzas, las salchichas, las patatas fritas y otras delicias de las que mamá hace tiempo que no sabía nada.

El encaje de los menús y la comida en familia


Francamente, intenté hacer su menú y el mío adaptado, con algo más de verde y menos patata y pasta y arroz que por la noche son casi un crimen según mi médico. Pero, ¿qué clase de comida familiar es esa, no deberíamos comer todos los mismo? Y... ¿cómo voy a tirar la comida que sobra de mis hijos que, caprichosos, un día comen cantidades increíbles y al siguiente como un pajarito? No puedo, no me sale, lo pongo en tapers, lo vuelvo a sacar, y al final me pilla un momento de debilidad, o esa semana antes de la menstruación en que tengo un hambre voraz, o un día en que no tengo tiempo ni de hacerme una rica ensalada... Y cae... Caen los spaguetti a la carbonara, los macarrones con queso, el gratin de patatas o la quiche.

Todo esto viene a cuento de que me está costando horrores mantener la línea después de mi bajada de peso espectacular, de que vivo a dieta con períodos de inevitable tentación como las vacaciones de Navidad en el pueblo, de que engordo cuatro quilos en dos semanas y tardo un mes y medio y volver a bajarlos, de que eso influye en mi estado de ánimo en cuanto a mí misma y en cuanto a las ganas que tenga o no de... Ya me entendéis. De que debería hacer ejercicio, lo sé, pero entre el trabajo, los gemelos, la pareja y la intensa vida social concentrada en fin de semana no hay tu tía... En fin, que no es un tema tan baladí.

Y digo yo, ¿cómo se puede hacer dieta con niños de dos, tres, cuatro años? Y lo que es peor, ahora me pongo profunda... ¿Qué les estaré transmitiendo si a ellos les digo que hay que comer de todo y equilibrado pero mamá sólo come lechuga y sopa de verdura, que es muy sana, pero sólo lechuga? ¿Les estaré transmitiendo inseguridad por el físico? ¿Obsesión por el peso? No quiero, de verdad que no, pero ¿cómo concilio una buena educación alimentaria, con mi necesidad de mantener un peso estable para sentirme atractiva y no perder la pasión de la pareja por el camino, con, al mismo tiempo, mi manía de tirar nada y guardar los restos?

En fin... Me voy a cenar... Sopa de verduras, que estoy en fase adelgazamiento ;)

2 comentarios:

  1. ¡Vaya forma de desmitificar lo de que la lactancia adelgaza! ¡Que yo aspiraba a ser una de esas a las que el bebé les chupa toda la grasa sobrante! Miedo me dar pensar en los kilos que voy a coger porque siempre he estado muy lejos de ser una modelo pero ya hay ciertos límites corporales que preferiría no verme obligada a franquear.

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  2. :) Tranquila... Quizá tengas la suerte de ser una de las sufren cambios metabólicos y hormonales y adelgazan como nunca. O simplemente puede que te quedes como estabas, más o menos. Pero que no te engañen, los primero tres meses tendrás barriga de embarazada y te irás deshinchando paulatínamente hasta quedarte sólo con los quilos de más (si engordaste mucho). Hasta los seis, irás recuperando tu peso con algo de esfuerzo, vamos, pasando algo de hambre o por lo menos no comiendo todo lo que querrías (de porquería). A los nueve o hacia el año puede que hayas recuperado tu figura y hasta que te hayas quedado mejor de como estabas. No sufras, no todas engordan como paquidermos ni todas tenemos embarazos gemelares. Pero que todo vuelva a su sitio cuesta tiempo y algo de esfuerzo. Sólo es eso, que estoy harta de los batacazos de moral que nos pegamos por las falsas expectativas. Así que con calma y disfruta mucho del embarazo y de la maternidad :)

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