miércoles, 8 de septiembre de 2010

Romper la rutina

Primos y primitos (c) CRW
Las vacaciones de los padres han sido para los gemelos toda una ruptura de su rutina. Y se cansan. Hay quién se sorprende que los niños no se adapten más rápido o no tengan todo el rato buena cara, pero si uno piensa proporcionalmente, cambiar todo el orden de su normalidad durante 20 días cuando su vida entera es de cuatro meses es mucho, muchísimo, casi un veinte por ciento de su existencia.



Teniendo en cuenta que... Hemos hecho 900 km ida y vuelta de Barcelona a Córdoba sin que protestaran más que para comer o cuando tenían el pañal sucio... Que en el Sur pasamos varios días a más de 40 grados sin poder salir del salón con aire acondicionado... Que el paseo de la tarde para relajarse antes del baño, la cena y la hora de dormir se ha suprimido porque en Andalucía no se podía salir antes de la nueve de la noche en que ellos ya están fritos y que en Ibiza es complicado salir a la calle en obras o coger los minicoches de la familia haciendo caber los dos maxicosis, el cochito gemelar que hay manera de meter en los maleteros y a toda la tropa familiar... Que además tenemos una familia muy extensa, extensísima, emocionada por conocerlos y que pasan de unos brazos a otros constantemente... Que además con tanta gente hay mucho más ruido, entradas y salidas... Que incluso alguna noche han perdido su ritual del baño para acompañar a toda la troupe a cenar o pasear y todo lo que han pedido es participar de la fiesta estando en brazos de sus padres... Teniendo en cuenta todos estos cambios en sus pequeñas vidas, hoy felicito a mis hijos por la paciencia que tienen, por sus sonrisas constantes, por acoger los brazos extraños con entereza, por protestar más bien poco, por saber estar sus buenas medias horas, incluso horas enteras, en amaquitas mirando pasar a la gente o jugando con móbiles suspendidos sobre sus cabezas.

Pol alucinado en la habitación de Débora (c) CRW
Lo cierto es que la llegada a Córdoba fue dura. Los tres primeros días estuvieron llorones y cansados. Reclamaban brazos casi todo el tiempo y a poder ser los de su padre o su madre. Yo creo que estaban mareados del viaje, que el maxicosi les había dejado la espalda molida durante el largo trayecto en coche, que la calor les agobiaba y que no sabían cómo recordar a su alrededor que las tomas estaban descontroladas y que aunque pareciese mentira ya tenían hambre. Para tranquilizarlos un poco sólo pudimos ponerlos a dormir siestas largas en habitaciones con aire acondicionado: a la hora que hiciera falta el baño, el masaje posterior, la toma y dormirse en brazos, a poder ser de sus padres, ha sido sagrado. Y parece que funciona. Están cada vez más acomodados a la isla del mismo modo que los últimos días en Montilla ya eran encantadores.

Lo que no saben, pobres, es que en apenas unos días volvemos a coger un avión a Barcelona y que su rutina se verá de nuevo interrumpida para empezar a adaptarse a la guardería. Habrá que redoblar los mimos y seguir con la rutina del baño, masaje, toma y dormirse en brazos para que no se sientan demasiado perdidos. Una cosa está clara, los niños nos siguen allá dónde vamos sin demasiados problemas, pero no podemos pretender que los cambios de ritmo no tengan sus consecuencias. Apechuguemos pues.

3 comentarios:

  1. si es que sois muy fiesteros

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  2. Felicitats per la valentia i els nens tan guapos que teniu.
    Un dia d'aquests caminaran... i serà encara més divertit ;)

    Salutacions del Marc, la Judit i l'Emma.

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  3. A veure si trenqueu la rutina i actualitzeu!!!
    Estem parlant de fer-vos una visita aviat!

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