sábado, 4 de septiembre de 2010

Hasta el infinito y volver

La tita Silvia saluda a sus sobrinos a la llegada (c) CRW
"Te quiero hasta el infinito y volver", le dijo su sobrino, Víctor, a Andrés mientras se debatía entre toda la familia si este último tenía derecho a volver a entrar en piscina inflable una vez cambiada el agua. Y es que pierde mucho pelo y por lo visto lo deja todo lleno. Así que Víctor estaba consolándole y dándole su permiso para que pudiesen seguir jugando juntos en el agua cuando Paula, la hija de tres años de la prima dijo  la suya: "Yo también te quiero, pero es que dejas muchos pelos".



La casa de Silvia en Montilla parecía una guardería entre los gemelos, Carla, otra bébé de un mes y medio más que irá a la guardería con sus primos Pol e Izan en Badalona, su hermana Paula, los primos Víctor y Sara y alguna visita esporádica más. La algarabía era considerable y se le sumaba el sonido de la televisión, de la Wii y el juego, interminable, de Mario Bross, las discusiones de los adultos y el llanto desconsolado de alguno de los bebés en algún momento de hambre o cansancio.

Izan en su nueva colchoneta para el baño. (c) CRW
Para llanto desconsolado el de Pol mientras se bañaba. Antes de partir a la aventura encontramos una especie de colchoneta rellena de bolitas de poriexpan para bañar a los niños durante nuestro viaje en cualquier bañera. Les encanta porque quedan a mitad sumergidos mientras flotan a sus anchas. Sin embargo el momento es de profundo relax y cualquier ruido puede sobresaltar a los niños. Estaba Pol tan tranquilo cuando de pronto entraron en el cuarto de baño varias personas a la vez gritando de emoción y queriendo tocarlo al momento ya que habían venido a verlo por primera vez. Pero con el eco del baño el pobre se pegó tal susto que del bote que dio casi vuelca la colchoneta y tragó agua sin remedio. Llorando desconsolado, había manos que aparecían de por todas partes para tocarlo. Hasta que no se quedó a solas en brazos no pudo relajarse de nuevo y seguir con su baño después del disgusto.

Andrés sube al castillo inchable mientras Paula huye (c) CRW
Una noche decidimos ir todos a cenar fuera, pero con los niños ya se sabe. Paula se durmió en el cochecito de su hermana Carla que tuvo que ser rehubicada en cuanto cayó redonda. Pol se durmió relativamente rápido después de tomar pecho, pero Izan estaba tan nervioso que lagartijeó en los brazos de su abuelo, de su abuela, de su madre y de su padre antes de caer rendido. Por pocos minutos, un leve ruidito le hizo levantar nuevamente los enrojecitos párpados y la fiesta volvió a empezar. Si os digo la verdad, apenas recuerdo a qué sabían las croquetas y el pescado que engullí porque pasé más rato balanceándome de un lado a otro susurrando al oído de alguno de los retoños para que se durmieran que comiendo tranquila en la mesa. Para compensar, el último día se durmieron en el cochecito mientras todo el mundo picaba tapas en un parque. Así que los días de vacaciones en Córdoba bien se pueden resumir con las palabras: calor, familia, ruido, noches de terraza, alguna salida y otra vez mucho, muchísmo calor.

Tanit y Noemí con sus sobrinos en un baño barreñil (c) CRW
En Ibiza, en cambio, las anécdotas vienen más de la mano de la habitual mala pata de la familia Wyser.  Por si no fuera suficientemente complicado mover a dos abuelas octagenarias, dos gemelos de apenas cuatro meses en sus respectivas sillitas que ocupan todo un asiento de atrás de un vehículo, las cuatro hermanas de la casa, mamá Wyser y los cacharros de los bebés, encima se pincha una rueda. Habíamos llegado justo al puerto de Ibiza con tres coches: uno para los gemelos con sus maxicosis, la conductora y yo misma, otro con las abuelas y dos hermanas más y un tercero con la conductora y el cochecito ocupando el asiento de atrás dado que no cabe en ningún maletero de los minicoches de la familia. Y puffff, una rueda reventada. Justo la delantera del coche de Noemí que había intercambiado el coche con Débora antes de la llegada de los Torregrosa Ramón para hacer caber los maxicosis y el cochecito (intento que se demostró inútil nada más intentar poner el trasto en el maletero).

Izan con su bisabuela Luciene y su tía bisabuela Dénise (c) CRW
Mientras la bisabuela de Pol e Izan paseaba junto a su madre (yo misma) y su tía abuela y iban parándose metro a metro para que la gente comentara lo guapos que son los niños o pidiera cogerlos en brazos (la solución para evitarlo fue atarlos en el cochecito en vez de llevarlos en brazos), el resto de las hermanas Wyser estaban cambiando la rueda. Imposible acabar la maniobra, varios guardia civiles jóvenes lo intentaron también y tuvieron que tragarse las burlas a las chicas "desamparadas" que estaban intentando ayudar. Cuando finalmente la rueda estuvo cambiada resultó ser más pequeña que el resto y estar también desinflada. Resultado, maxicosis arriba y abajo, de un coche a otro, y varios viajes de ida y vuelta a casa para poder llevar a todo el mundo.

Me parece que el resto de las vacaciones estaremos tranquilos en la casa y tomaremos el aire saliendo al jardín. Tanto meneo no puede ser bueno para nadie y las visitas, como bien dice la palabra, pueden venir a vernos en nuestro refugio.



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