¿Recuerdas lo pequeño que eras? Tus pies cabían en mi mano, ambos, y temblabas hasta encontrar el calor de mi piel.
Y ahora, 8 años después, saltas, ríes, bailas, haces la croqueta en la arena, lees, aprendes tablas de multiplicar, charloteas, te bates en duelo por la consola o consuelas al amigo triste...
8 años después he tenido el privilegio de verte crecer, de escalar emociones, de echar a andar, de hablar. He tenido el privilegio de ver cómo te caes y te levantas y te vuelves a superar.
He tenido el privilegio de acompañarte.
Y eso, hijo, Pol, Izan, los dos, es mágico.
Y encima mi privilegio ha sido doble, esa es la gracia de teneros a vosotros dos en pack, mis gemelos, tan diferentes, tan iguales.
Hay días que te reencuentras con una foto tan pequeña y tan significativa que de golpe recuerdas la magia de la maternidad. Porque educar es duro y a veces nos enfadamos. Pero pesa mucho más esta imagen de tu pie que cabía en mi mano y toda la magia que vino después.
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