Hemos ido de vacaciones hasta Suiza. Véase casi 1000 kilómetros de ida y 1000 de vuelta en coche y con la casa a cuestas. Véase salir a las cuatro de la mañana para que los niños duerman, parar a desayunar a las 8 y media y luego aguantar el resto del viaje rezando para que la biodramina infantil haga efecto, no se mareen, si se marean, no vomiten (que vomitan, han heredado mis mareos en coche, los pobres). Pero no fue para tanto: cantamos, hicimos juegos tipo veo-veo, vieron algunos dibujos animados en pantallas de esas portátiles de coche, durmieron, comieron (dejando el coche hecho un cristo, todo sea por la causa) y preguntaron, muchas, muchas veces, el consabido cuántofaltacuándollegamos-perosiantesyamehasdichotreshoras...
En este contexto, una vez en Suiza tampoco paramos quietos e íbamos a visitar cascadas, bosques, lagos, ciudades... En una de estas veníamos de regreso de Gruyére (precioso pueblo y muy típico, dicho sea de paso) e íbamos cantando la canción de "Vamos de paseo en un coche viejo". De pronto, Izan a pleno pulmón:
- El viajar es un placer, que no suele suceder...
- Pues a nosotros nos sucede mucho - respondió Pol con voz de fastidio...
Y no pudimos evitar troncharnos!
En este contexto, una vez en Suiza tampoco paramos quietos e íbamos a visitar cascadas, bosques, lagos, ciudades... En una de estas veníamos de regreso de Gruyére (precioso pueblo y muy típico, dicho sea de paso) e íbamos cantando la canción de "Vamos de paseo en un coche viejo". De pronto, Izan a pleno pulmón:
- El viajar es un placer, que no suele suceder...
- Pues a nosotros nos sucede mucho - respondió Pol con voz de fastidio...
Y no pudimos evitar troncharnos!
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