viernes, 1 de abril de 2011

Los días que se levantan simpáticos...



... y bien dormidos, la jornada empieza con mejor pie. ¡Qué diferencia a los madrugones después de una mala noche sin dormir del tirón en que tanto ellos como nosotros estamos mustios y cansados! Esas mañanas en que hay que correr para llegar a la guardería y después al trabajo, en que los desayunos se eternizan con unos cereales que no quieren... Bueno, pues entonces algo de jamón con pan... Tampoco demasiado... Está bien, algo de yogur para que no se vayan con el estómago vacío a jugar toda la mañana... A ver, el carrito está plegado y en el maletero del coche, la bolsa con ropa y pañales de recambio (que nunca usamos pero cargamos igualmente), preparada, la neverita con agua, potito de fruta, alguna galleta y baberos para emergencias, preparados... Los zapatos, puestos, aunque Pol juegue con el velcro para quitárselos... Las chaquetas, listas. Los chupetes, colgados... ¡Venga, un niño con cada padre y a bajar bártulos y bebés al coche camino de la guardería!

No, los días que han descansado bien se levantan habladores, se sonríen cuando se ven por primera vez de cuna a una y hablan en su lenguaje de "ta-ta-ta-ta". Se dejan vestir sin girarse (demasiado) y juegan tranquilos y juntos cuando han acabado con el desayuno sin rechistar. ¡Qué bonitos son entonces!

Ah, pero no me malinterpretéis, los días de sueño y corredizas son un encanto igual, sólo que seguramente los padres cansados y algo estresados no somos capaces de apreciarlo hasta un poquito más tarde, cuando ya están jugando en la guardería y nosotros suspiramos para enfrentar un nuevo día.

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