Izan en su siesta de media mañana |
9:10 - Acabo de vestirlos y cambiarlos e intento dejarlos en el salón de juegos, pero hoy volvemos a la rutina del lunes... Nada que hacer, no puedo desaparecer sin que chillen, me cogen de las piernas y se arrastran conmigo si intento andar, se pelean por cualquier juguete que tenga el otro, intentan hacerse caricias que acaban en tirones de pelo y orejas... Está bien, empecemos la ruta de comprobación... ¿Será hambre?
9:30 - Les tengo sentados en las tronas listos para el desayuno. Como la noche ha sido desordenada y tan siquiera recuerdo a qué hora les hemos dado los biberones, no sé si tendrán mucha o poca hambre. Dos galletas, papilla de ocho cereales, su leche en vaso adaptado para dar pequeños sorbos, jamón de pavo -ummmmm- y un petit suisse después parece que han quedado satisfechos y están hasta dicharacheros tocando el "tambor" con las cucharas de palo de cocina encima de la mesa.
Pol dentro del eucaliptus comiendo una hoja |
10:30 - Sigo posponiendo mi desayuno muy a mi pesar y con algo de tristeza por mi comportamiento y falta de paciencia, por sucumbir a mi estado de ánimo completamente animal en vez de tener algo -más- de mano derecha. Compruebo el pañal de Izan... ¡Ahí está el pestilente problema! Le cambio intentando que no se gire sobre sí mismo y se pasee por todo el sofá con la m... colgando de sus nalgas sucias. Parece que hacer cara de asco exageradamente mientras digo "¡Puf, qué peste!" le hace gracia y está medio funcionando.
10:45 - Habreeeeeee. Pero Pol también tiene regalo, el segundo porque esta mañana ya le he cambiado una bonita plastilina. Con él no funcionan las tácticas disuasorias y se pasa todo el cambio de pañal retorciéndose y llorando condenadamente fuerte. ¡Me va a estallar la cabeza!
10:55 - Cuando pienso que ya puedo dirigirme a la cocina a preparar mi desayuno, ¡Izan vuelve a plantar un pino en su pañal! Pero... ¿Qué les he dado que sea tan efectivo? Debería investigarlo por si es la cura a todos los males de estreñimiento del mundo. O puede que sea sólo su táctica para tenerme a su merced toda la mañana y ver como me convierto en el yeti de la madres furiosas y sacadas de quicio por el hambre y el poco aguante de las peleas y los llantos a dúo. En fin, le vuelvo a cambiar.
María, Pol e Izan en el "badiu" (patio) del bar "Les Antípodes" |
11:15 - Reconciliados, aunque por poco tiempo -me temo- corro a la cocina, acabo la tortilla y cuando llego a la puerta del salón con mi bandeja de desayuno están los dos detrás de ella dando manotazos a los cristales y reclamando a ver dónde me he metido ese minuto de desaparición. Así que entro con la bandeja en una mano, la otra en la puerta, el pie aguantándola para que no se cierre y les pille los dedos, haciendo malabarismos con los dos entre mis piernas para que el té no se les derrame encima... Dejo el desayuno en la mesa, intento comerme la tortilla. Lloran, lloran, lloran, mucho. Cojo a Pol en brazos mientras sigo comiendo. Pero Izan también quiere subir y con los dos no puedo comer. Acabo la tortilla, fría, y dejo el té para que acabe de helarse mientras les cojo a los dos. Parece que tienen sueño.
11:30 - Cojo a Pol en brazos para dormirlo porque Izan parece que juega tranquilo. Pero en cuanto ve que tengo a su hermano en el regazo viene a reclamar, le quita, le pone, le quita, le vuelve a poner, el chupete. Cojo a Izan y lo pongo tumbado en el cojín de lactancia mientras sigo con Pol en brazos, cada uno con un chupete, a ver si se van calmando y durmiendo. Todo parece ir bien, aunque no puedo cambiar el canal de la tele y no me interesa nada lo que dicen. Derrepente Izan se intenta poner en pie, va hacia su hermano a quitarle el chupete, Pol se altera... Vuelven los llantos. Los dejo a los dos en el suelo para que no se caigan para ir a hacer sendos biberones por si ayuda. Los vecinos deben pensar que maltrato a mis hijos. Triste, enfadada, suicia, hambienta, me arrastro a la cocina todo lo rápido que puedo y vuelvo con la leche. Me siento en el centro del sofá de tres plazas y tumbo a cada uno a un lado. Siguen llorando desconsolados y me miran con cara de pocos amigos como recriminándome que sea tan mala madre. Me entran ganas de ponerme a gritar y a llorar yo también. En fin, les enchufo el biberón y poco a poco se calman, se callan, se ponen el chupete y se duermen.
11:55 - Hace ya unos minutos que duermen los dos pero no me atrevo a moverme por si acaso. Tampoco puedo, la fuerza me ha abandonado hace un rato y tengo ganas de dejarme ir y dormir yo también entre mis dos angelitos -cuando duermen-. Pero hago de tripas corazón y los llevo por turnos a la cuna. Debería tender la lavadora, barrer, recoger el salón de juegos, guardar la ropa plegada... Decido ducharme, eso también es urgente, el lavado rápido de ayer no aguanta tantos embites.
12:05 - Por fin me quito el camisón y me dejo relajar por el chorro de agua caliente. Es como si todas las preocupaciones se fueran por el desagüe durante un momento. Paro, falta de tiempo para estudiar, niños llorones, poca paciencia -a veces-, brusca -pocas veces, pero hace sentir muy mal-, sin tiempo para mí... Todo fuera, fueeeeraaaaaa.
12:45 - Recojo la ropa sucia tirada en el suelo de la habitación y del cuarto de baño. La apilo. Guardo la ropa limpia y doblada en el armario. Me visto. Hago la cama, aireo la habitación. Me llevo la ropa sucia. Vacío la lavadora, miro el cubo de ropa apilada y limpia -desde ayer-... Decido hacer una pausa y escribir en el blog.
13:05 - Se despierta Pol. No puedo soltarle hasta pasados diez minutos, es como si el suelo o cualquier superficie que no fueran los brazos de su madre quemaran.
13:15 - En cuanto suelto a Pol, se oye a Izan empezando a despertarse. Cuando voy a ir a buscarle, Pol protesta firmemente por mi intención de dejarle solo en el salón. Así que me dirijo a coger a Izan con Pol en brazos y con los dos aprovecho para ir al lavabo y dejarlos persiguiéndose entre la bañera y el bidet mientras hago pipí, porque francamente, hasta ahora tampoco había tenido tiempo. Y como ahora sí he conseguido beberme el té...
El día seguirá más o menos igual pero con alguna variación de guión. Les tendré que preparar la comida, darles por turnos la cuchara llena de puré, "Una para Pol, una para Izan" mientras canto, reproduzco los sonidos de los animales de granja o juego con las cucharas de madera de cocina para que no se levanten contínuamente de sus tronas. No me dará tiempo, casi, a hacer la comida para Andrés que vendrá corriendo de trabajar y se irá recién comido corriendo de nuevo porque llegará tarde después de antender entre bocado y bocado a sus exigentes hijos. Llegarán los abuelos paternos y saltarán sobre el culo, literalmente, de alegría. Cuando se vaya a los pocos minutos el abuelo y el padre a trabajar pondrán cara de perrillos tristes. Pero jugarán más o menos tranquilos con su abuela mientras yo intento tomarme un té tranquila, recoger la cocina, tender -finalmente- la ropa limpia, barrer, prepar la merienda... Hasta que volverán a penosear porque estarán cansados y nos costará un poco hacerlos dormir. ¡Un momento de respiro! Puede que coincida con la novela de la tele, a estas alturas la neurona no da para mucho más y ya está bien de ir arreglando la casa todo el día para que ni tan siquiera se note. Levantados de la siesta, merendarán la fruta y los yogures menos rápido de lo que los adultos siempre queremos. Y cuando por fin esté todo preparado (que lleva su buena media hora entre revisar la bolsa de paseo, cambiar pañales, poner zapatos y chaquetas, revisar mentalmente qué hace falta comprar, comprobar que llevo cartera y llaves) los cogeremos a los dos para ir a pasear. El momento de ponerlos en el carrito será una odisea de retorcimientos y contorsionismos. De los gritos ya ni hablo. Pero en cuanto nos pongamos en marcha todo volverá a su cauce y pasearemos y compraremos cuatro cosas con tranquilidad durante entre media y una hora. Luego ya tocará ir a la playa, a un parque o a un bar con terraza habilitada para niños para que salgan de carro, corran, coman alguna galleta, beban agua, jueguen y se desfoguen. En cuanto llegue su padre subiremos cargados como mulos. Y aunque parece que el momento de baño, masaje, poner el pijama, cena y dormirlos definitivamente hasta mañana es ya la recta final y un pis-pas, nada más lejos de la realidad. Habrá que estirar las fuerzas hasta el infinito para poder llegar al momento de la cena de los adultos y preguarle a la pareja, "¿qué tal el día?".
Déu ni do quin panorama... espero que aquests babies aprenguin a menjar solets i vestir-se aviat ;). Jo avui he tingut la primera gran rabieta de l'Emma... tela... m'ha fotut un "ataque Zidane" bastant important...
ResponderEliminarEn fi, paciència i recorda que la música amansa a las fieras (també a les adultes :P).