martes, 16 de noviembre de 2010

Los primeros males

El otoño asomaba por la ventana con las hojas muertas volando con el viento y apenas hacía todavía frío que los peques ya tenían el moco como compañero de cuna. Tan cargados se les oía y tan difícil era sacar esos verdosos nuevos amigos (o enemigos, más bien) que corrimos al pediatra en cuanto la temperatura empezó a subirles y su malestar era ya manifiesto. Pero la respuesta fue algo decepcionante... "Por algo mocoso es sinónimo de niño". Y con esta afirmación nos fuímos de vuelta a casa a hacer lo que ya estábamos haciendo, esta vez por decreto pediátrico: lavar las fosas nasales con suero y sólo en caso necesario aspirar los mocos con el sacamocos. Lo que los pediatras no saben es lo encongido que se nos queda el cuerpo cada vez que vemos su cara de sorpresa al tragarse el suero o les oímos llorar como corderos en el matadero en cuanto empezamos a aspirar un poco. ¡Aparta esa cosa infernal de mí!, parecen gritar... Los vecinos no sé qué pensarán que les hacemos a nuestros hijos, pero el grito se oye desde la calle y es sobrecogedor. Claro que igual de encogido se queda uno cuando oye los silbidos de la respiración dificultosa de su hijo, tan pequeño y frágil, y ve que ni comer puede con tranquilidad porque no hay modo de coger aire suficiente al tiempo que uno se alimenta.



Sacar mocos o no sacarlos, he aquí la cuestión. ¿Cuánto es "sólo en caso necesario"? ¿Cuándo no puedan comer ni dormir con tranquilidad? ¿Antes? ¿Nunca? Es casi una tortura para padres primerizos, ¡la prueba de los mocos! Sin hablar de lo desagradable que es que después de una fuerte inspiración para dejar al niño aliviado (a pesar de que por sus chillidos demuestre que no es consciente todavía), le llegue a uno por el tubito del aspirador su propia saliva... Eso queremos creer, porque como sea moco que ha traspasado la barrera, aunque sea de nuestro hijo... ¡Puaj! Eso pasa sobretodo al querer reutilizar las boquillas cambiables, que no está la economía para ir comprando tanto recambio, ¡leñe!

La cosa, a pesar de lo que dijera el pediatra, iba a peor y el moco parecía adueñarse de nuestros hijos por turnos. Ahora uno, ahora el otro... Parece que la cosa mejora y... ¡No! ¡Ahora el otro, ahora el uno! Otra vez de camino al pediatra con cara de culpabilidad por molestar a su sía con tamaña tontería... Pero por si acaso, le oigo el pecho cargado, no quisiera que la cosa derivara en algo peor... Todo bien... Bueno, pst, pst, porque Izan estaba ya con un principio de bronquintis y entonces sí que llegaron los jarabes expectorantes a ver si evitábamos que la cosa empeorara de verdad. Funcionó, pero dar jarabe a dos niños que odian su olor y sabor anisado tanto como su madre no es tarea fácil. Falta tiempo para llegar con el chupete a tiempo antes de que escupan la cucharada curandera.

Y claro, entre tanto jarabe, sacamocos, niños penosos y alguna febrícula (nunca superaron los 38,1 centígrados) empezaron a faltar a la guardería. ¡Menuda adaptación, los más pequeños y enseguida cogieron todos los virus compartidos! Con lo bien que estábamos escalonando las horas en que dejábamos a los gemélos en la clase.

Ah, pero el moco no es nad comparado con el vómito y las diarreas de la gastroenteritis. Fue Pol el que estuvo realmente enfermo e Izan consiguió esquivarlo con un leve malestar. Desde recién nacidos es Pol el que tiene más problemas con el estómago, tanto a la hora de hacer las digestiones como de cambiar cualquier tipo de comida o leche, ¡y no digamos los cólicos! En cambio su hermano Izan es el que lleva peor la parte pulmonar y de los resfriados... Todo bien repartidito para que los padres no se aburran.

¿Y qué hicimos, a parte de compartir el virus y pasar todos por nuestra fase de "culillo-pepsicola", dolor de cabeza, malestar general y naúseas? Pues ir al pediatra, claro. Total, para que nos dijera que era gastroenteritis, que mejor no dar nada más que leche hecha con el agua de haber hervido una taza de arroz en un litro de agua, hidratar y cambiar la recién iniciada papilla sin gluten por papilla de arroz exclusivamente. Y vuelta a faltar unos cuantos días a la guardería. ¡Menos mal que es pública y nos cuesta más que medio ojo de la cara!

Pol casi no tenía fuerzas para llorar y dormía todo el día entre vomitona y vomitona. Con tan poca comida y tanto echar fuera la que le entraba se adelgazó en tres días a ojos vista y sus muslitos rellenitos dejaron de tener michelines. ¡Y esa cara tan alargada y blanca que se le quedó! Qué lástima tan grande... Como dice Andrés, uno no sabe lo que es sufrir por los demás hasta que tiene hijos. Esa es la gran enseñanza que nos han traído los primeros males.

3 comentarios:

  1. Ohhh, quina peneta... Però amb mocs, vòmits o sense, estan preciosos!! A veure si els veiem aviat!
    Si us atreviu a venir per aquí...

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  2. Nosaltres no fem servir mai l'aspirador de mocs perquè pot arribar a ser contraproduent (irritar les mucoses i produir més mocs). L'Ada tampoc no suporta els rentats nasals però d'aquests sí que no se'n lliura... A mi també em sap molt de greu, i a més es mou com una serp i tinc por de fer-li mal :( En fi, és pel seu bé!
    Sí que és dur ser mare, sí...

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  3. Hola noies, una mica tard, però més val ara que mai... Tens raó, l'aspirador pot arribar a ser contraproduent i el fem servir el mínim possible. Però la veritat és que van arribar a un punt que, sobretot l'Izan, no podien ni menjar de tant que s'ofegaven. Va ser una mica el mal menor i la veritat és que van millorar molt uns dies després. També perquè vàrem comprar un humidificador més potent i tot i que ara la seva habitació a les nits arriba a semblar un bany turc (en fred, això sí), ja no tenen aquella dificultat per respirar tan béstia.

    Gràcies pels comentaris, m'agraden molt :)

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